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PIAZZOLLA Y LA RENOVACIÓN DEL TANGO

La aparición del músico y bandoneonista Astor Piazzolla (1921-1992) significó una nueva etapa en el tango, dando paso a una novedosa propuesta musical que si bien en un principio fue criticada por sectores de la antigua guardia, terminó por imponerse. En ese sentido fue bastante complicado lograr que su propuesta pudiera ser considerada, pero finalmente se impuso su calidad musical, llegando a ser destacado como uno de los músicos más notables del siglo XX. En su oportunidad, sobre las críticas, Piazzolla expreso: “Sí, es cierto, soy un enemigo del tango; pero del tango como ellos lo entienden. Ellos siguen creyendo en el compadrito, yo no. Creen en el farolito, yo no. Si todo ha cambiado, también debe cambiar la música de Buenos Aires. Somos muchos los que queremos cambiar el tango, pero estos señores que me atacan no lo entienden ni lo van a entender jamás. Yo voy a seguir adelante, a pesar de ellos”. Y así fue, siguió adelante, dejando a su paso composiciones notables como “Adiós nonino”.  “Balada para un loco” en conjunto con Horacio Ferrer, “Los pájaros perdidos”, “Balada para mi muerte”, etcétera. También compuso suites, operetta, conciertos y música para películas. Así como música para piano y guitarra.

En su carrera Piazzolla fue parte importante de la orquesta de Aníbal Troilo hasta que se marcho en 1944 para tomar rumbos propios. En 1954 viajo a Europa donde realizó estudios con Nadia Boulanger, la gran maestra francesa, cuya influencia fue fundamental. Ya de regreso en Buenos Aires formó el “Octeto de Buenos Aires”. En sus composiciones incorporó elementos del jazz, swing, música clásica y contrapunto. El Octeto funcionaba con bandoneones, violines, violoncello, contrabajo y un instrumento que nadie esperaba, la guitarra eléctrica. La crítica no se dejó esperar y Piazzolla fue motejado incluso como “el asesino del tango”. En 1958 viajó a Estados Unidos donde grabó dos discos de “jazz-tango”, como los definió. Posteriormente formó el “Quinteto Nuevo Tango” y “Nuevo Octeto”, grabando sus principales composiciones y alcanzando gran popularidad, atrás iban quedando los días de brutal crítica a su novedoso estilo de hacer música para tango. En 1967 comienza su trabajo con el poeta Horacio Ferrer, dando a luz notables creaciones.

Tras unos años en Italia, Piazzolla volvió a Buenos Aires, pero permaneciendo en viaje por distintos lugares del mundo y acrecentando cada vez más su fama. En 1990, estando en París sufrió una trombosis de la que no logró recuperarse, falleciendo finalmente en Buenos Aires el 4 de julio de 1992, como en el tango “Balada para mi muerte”: “Moriré en Buenos Aires, será de/ madrugada./ Guardare, mansamente, las cosas de vivir./ Mi pequeña poesía de adioses y de balas,/ mi tabaco, mi tango, mi puñado de splin./ Me pondré por los hombros, de abrigo,/ todo el alba;/ mi penúltimo whisky quedará sin beber./ Llegará tangamente, mi muerte enamorada,/ Yo estaré muerto, en punto, cuando sean/ las seis”.

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