EL HUMOR EN EL TANGO

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EL HUMOR EN EL TANGO

Si bien la mayoría de los tangos son más bien tristes, melancólicos y con tonos dramáticos cuando de amor se trata, también muchos de ellos incorporan el humor en sus letras. Sobre este tema, el Dr. Lázaro Wisnia explica que: “Como ya se ha mencionado, el tango es el reflejo de la vida del arrabal, de los barrios pobres y de esa vida de miseria. En las primeras décadas del tango, en el ámbito del Río de la Plata, todo era miseria, pobreza y mucho sufrimiento, como para llenar enciclopedias. Pero también hay un sabor distinto al del “arrabal amargo” tan típico del tango. La prehistoria del tango está llena de versos picarescos, muchos de ellos burdos y sin calidad. Pero luego, las letras de humor marrullero florecieron allá por los años 80. Efectivamente, en sus comienzos en realidad el tango fue más bien un canal del humor popular, con los chistes y anécdotas propios de la época, con mucho lenguaje procaz, que en parte persistió con ese sentido del humor en las décadas posteriores, paralelamente a la tragedia de la vida, por decirlo de alguna manera. Un poco por sus orígenes, un poco por sorda repetición, el público se fue haciendo la idea de que el tango es sinónimo de tristeza, melancolía, dolor, frustración”.

Lo anterior queda demostrado en letras de tangos muy populares escritos por grandes autores, donde se caracterizan personajes de la vida cotidiana resaltando sus defectos y modos de convivencia, o la picardía de otros tantos, como, por ejemplo, en el tango “Garufa” (de Roberto Fontaina y Juan A. Collazo), que narra la vida, a modo de sorna, de un joven dado a los placeres de la jarana: “Del barrio La Mandiola sos el más rana/ y te llaman Garufa por lo bacán;/ tenés más pretensiones que bataclana/ que hubiese hecho suceso con un gotán”. Otros casos son los tangos “Al mundo le falta un tornillo” (de Enrique Cadímaco y José María Aguilar); “El hipo” (de Enrique Alessio y Reinaldo Yiso). Y así muchos más. Acá les dejamos con el tango “No es por hablar mal” (de Manuel Romero y Enrique Delfino) en la voz de Tita Merello:

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El tango y la hípica

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El tango y la hípica

En la foto Gardel y Leguisamo en el Hipódromo de Palermo en Buenos Aires.

Tango e hípica han tenido un romance que permanece en el tiempo. De hecho uno de los tangos más famosos, “Por una cabeza” (Gardel y Le Pera), alude a esto: “Por una cabeza, de un noble potrillo/ Que justo en la raya, afloja al llegar/ Y que al regresar, parece decir/ No olvides, hermano/ Vos sabes, no hay que jugar” (…) Cuántos desengaños, por una cabeza/ Yo juré mil veces no vuelvo a insistir/ Pero si un mirar me hiere al pasar/ Su boca de fuego/ Otra vez quiero besar.”. En la letra (o poema) se va haciendo una analogía entre la pérdida del amor de una mujer y la pérdida en un juego de azar, como también podríamos definir a la hípica.

Carlos Gardel fue un hípico entusiasta y forjó amistad con el famoso jinete uruguayo Irineo Leguisamo, que le corría su caballo “Lunático”. En 1925 Gardel grabó el tango de Modesto Papavero, “Leguisamo solo”, que muchos creen erróneamente que su composición pertenece a Gardel y Le Pera, como se lee en algunas publicaciones. En él se resaltan las condiciones del jockey, apodado “El Pulpo”, que lo llevaron a ser famoso en todo el continente: “Alzan las cintas; parten los tungos/ Como saetas al viento veloz…/ Detrás va el Pulpo, alta la testa/ La mano experta y el ojo avizor./ Siguen corriendo; doblan el codo,/ Ya se acomoda, ya entra en acción…/ Es el maestro el que se arrima/ Y explota un grito ensordecedor./ Leguisamo solo!…/ Gritan los nenes de la popular./ Leguisamo solo!…/ Fuerte repiten los de la oficial…”.

Otro tango de antología es “Palermo”, homónimo del famoso hipódromo y compuesto en 1929 por Juan Villalba y Hermido Braga con música de Enrique Delfino. Narra la desdicha de un jugador y la miseria a la que pueden conducir las carreras de caballos cuando se transforman en un vicio: “¡Maldito seas, Palermo!/ Me tenés seco y enfermo,/ mal vestido y sin morfar,/ porque el vento los domingos/ me patino con los pingos/ en el Hache Nacional./ Pa’ buscar al que no pierde/ me atraganto con la Verde/ y me estudio el pedigré/ y a pesar de la cartilla/ largo yo en la ventanilla/ todo el laburo del mes”. (…) “Palermo, cuna de reos,/ por tu culpa ando sin cobre,/ sin honor ni dignidad;/ soy manguero y caradura,/ paso siempre mishiadura/ por tu raza caballar./ Me arrastra más la perrera,/ más me tira una carrera/ que una hermosa mujer./ Como una boca pintada/ me engrupe la colorada/ cual si fuera su mishé”.

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