EL CAFISHIO (O CAFICHE) EN EL TANGO

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EL CAFISHIO (O CAFICHE) EN EL TANGO

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Las letras de tango nos presentan a muchos personajes del acontecer citadino, entre ellos el “Cafishio”. Acá les dejamos una semblanza de este controvertido y delictual personaje.

“Cafishio el que vive explotando a la mujer —a quien posee— para su propio beneficio. Buenos Aires (en la época que abordamos) está plagado de prostitución (6.000 prostíbulos). El cafishio, conocido asimismo como rufián, fioca o canfinflero, es un personaje central en un gran número de tangos, como villano y a veces como héroe. Tenía la tarea de proveer de mujeres a los burdeles de la ciudad. Su profesión consistía en explotar a las féminas y captar nuevas pupilas, aunque no llegaba a tener más de dos. Era un trabajo artesanal basado en la pinta y la seducción personal, la labia. Muy diferente de la trata de blancas, con un perfil empresarial que se instaló en Buenos Aires a comienzos del siglo XX y con la cual el cafishio tuvo que competir. Junto con su pupila, el rufián formaba la pareja tutelar, curiosa relación ya que, a causa de la división del trabajo, él era la parte pasiva, el mantenido, mientras ella la activa y laboriosa”.

Bastan aquí, para botón de muestra, los siguientes versos populares:
“Canfinfle, dejá esa mina! ¿Y por qué la voy a dejar? Si ella me calza y me viste. Y me da para morfar…”.

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El tango y la hípica

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El tango y la hípica

En la foto Gardel y Leguisamo en el Hipódromo de Palermo en Buenos Aires.

Tango e hípica han tenido un romance que permanece en el tiempo. De hecho uno de los tangos más famosos, “Por una cabeza” (Gardel y Le Pera), alude a esto: “Por una cabeza, de un noble potrillo/ Que justo en la raya, afloja al llegar/ Y que al regresar, parece decir/ No olvides, hermano/ Vos sabes, no hay que jugar” (…) Cuántos desengaños, por una cabeza/ Yo juré mil veces no vuelvo a insistir/ Pero si un mirar me hiere al pasar/ Su boca de fuego/ Otra vez quiero besar.”. En la letra (o poema) se va haciendo una analogía entre la pérdida del amor de una mujer y la pérdida en un juego de azar, como también podríamos definir a la hípica.

Carlos Gardel fue un hípico entusiasta y forjó amistad con el famoso jinete uruguayo Irineo Leguisamo, que le corría su caballo “Lunático”. En 1925 Gardel grabó el tango de Modesto Papavero, “Leguisamo solo”, que muchos creen erróneamente que su composición pertenece a Gardel y Le Pera, como se lee en algunas publicaciones. En él se resaltan las condiciones del jockey, apodado “El Pulpo”, que lo llevaron a ser famoso en todo el continente: “Alzan las cintas; parten los tungos/ Como saetas al viento veloz…/ Detrás va el Pulpo, alta la testa/ La mano experta y el ojo avizor./ Siguen corriendo; doblan el codo,/ Ya se acomoda, ya entra en acción…/ Es el maestro el que se arrima/ Y explota un grito ensordecedor./ Leguisamo solo!…/ Gritan los nenes de la popular./ Leguisamo solo!…/ Fuerte repiten los de la oficial…”.

Otro tango de antología es “Palermo”, homónimo del famoso hipódromo y compuesto en 1929 por Juan Villalba y Hermido Braga con música de Enrique Delfino. Narra la desdicha de un jugador y la miseria a la que pueden conducir las carreras de caballos cuando se transforman en un vicio: “¡Maldito seas, Palermo!/ Me tenés seco y enfermo,/ mal vestido y sin morfar,/ porque el vento los domingos/ me patino con los pingos/ en el Hache Nacional./ Pa’ buscar al que no pierde/ me atraganto con la Verde/ y me estudio el pedigré/ y a pesar de la cartilla/ largo yo en la ventanilla/ todo el laburo del mes”. (…) “Palermo, cuna de reos,/ por tu culpa ando sin cobre,/ sin honor ni dignidad;/ soy manguero y caradura,/ paso siempre mishiadura/ por tu raza caballar./ Me arrastra más la perrera,/ más me tira una carrera/ que una hermosa mujer./ Como una boca pintada/ me engrupe la colorada/ cual si fuera su mishé”.

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